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lunes, 16 de julio de 2007

COMECHADO ALAN GARCÍA NO DEBE ESCUPIR AL CIELO

"Doble pechuga" Alan García Pérez: recibió pensión del Estado a los cuarenta años y estando en capacidad física y mental de trabajar, llamó "comechados" a los maestros peruanos en huelga.

El pasado martes 10 de julio, el presidente don Alan García Pérez, calificó a los maestros huelguistas de “comechados”. En la jerga peruana este curioso concepto –resultado de la fusión de las palabras come y echado– se hizo popular durante la dictadura velasquista, oportunidad en la que se usó para denominar a empleados públicos específicos que no se distinguían por su apego al trabajo.

Valga el rodeo efectuado para concluir que el Pachá AGP llamó ociosos a los maestros en huelga.

La anterior afirmación es criticable al menos por dos razones.

La primera de ellas es que, sensiblemente, García Pérez es el presidente de todos los peruanos. Esto incluye a los miembros del gremio magisterial. Un mandatario que se precie de equilibrado y sereno no puede estar insultando a un grupo importante de ciudadanos que protestan exigiendo el cumplimiento de promesas electorales (llevadas por el viento). Creo que estaremos de acuerdo que un presidente no puede estar agrediendo oralmente a miembros de una colectividad tan importante como la de los profesores.

La segunda razón es que a diferencia de los maestros, que por una miseria de remuneración se rompen el alma, día a día, preparando sus lecciones y enfrentándose a la realidad del aula, García Pérez no es propiamente un ejemplo de “héroe del trabajo”. Fuera de los cargos políticos remunerados que ha desempeñado, como presidente, diputado o constituyente, han sido contadas con los dedos de la mano (derecha) las oportunidades en que mi compañero Alan trabajó, en el sentido que la palabra tiene para el común de los mortales.

Peor aún, en una de las contadas ocasiones que García debió ganarse la vida trabajando lo hizo como abogado de narcotraficantes. Debe recordarse que en los años setenta, García Pérez solía defender a acusados de comerciar ilícitamente con drogas. En esos lejanos años AGP hacía firmar los escritos legales que dicha defensa demandaba a un abogado aprista, colega suyo, con quien compartía el estudio jurídico y quien tenía que sacar la cara en las diligencias de los juicios. Sin embargo, en el medio judicial se sabía que quien ejercía la defensa real de los narcotraficantes (y quien sin duda usaba de su influencia política) era el dirigente aprista Alan García Pérez.

Durante la dictadura fujimorista, el progresivamente inflado Alan García no trabajó y vivió, entre otras, de las rentas que le proporcionó la pensión que le pagaba el Estado peruano. Llegamos así a una situación inexplicable. Un hombre de menos de cincuenta años de edad, en capacidad de trabajar, se negaba a hacerlo y vivía de la pensión que le pagaba la dictadura.

Tal conducta fue comentada por los profesores, por eso en las calles le gritan "Alan comechado nunca trabajastes, siempre nos robastes, luego te fugastes". El presidente debe recordar que no debe escupir al cielo porque el escupitajo le caerá a él, en su inexorable retorno. Tampoco debería tirar piedras al aire, particularmente cuando este obeso sultán de la politiquería peruana vive en una casa con frágil techo de vidrio.

El pensionista sanguijuela

Un afortunado pensionista a los cincuenta años de edad ha denunciado como sanguijuelas a sus colegas de planilla. Sí señor. Ha acusado de parásitos a los cófrades junto a los cuales, puntualmente, cobra la mesada que extrae del cuerpo del pueblo peruano.

Con singular cinismo, este quincuagenario, activo pero paradójicamente “retirado”, ha hablado mal de sus consocios, los miembros del Club de los Diez Mil Dólares de la Plaza Bolívar. Frente a este hecho, me parece que es necesario dejar en claro que es una afrenta a la política y a los sectores populares que una persona joven, en total capacidad física y mental para trabajar, reciba cada treinta días, para su consumo personal, miles de dólares que deberían ir a financiar el Vaso de Leche o la atención médica para los pobres.

Dirán algunos que este lozano miembro de las listas pasivas del Estado “tiene derecho” a recibir su pensión. Sin embargo, el Perú es un país en que hay millones de personas con derechos similares que no reciben el mismo tratamiento con el que se premia a nuestro inmaduro retirado. ¿Por qué será que se le reconoce el derecho a este dinámico jubilado y no a tantos otros peruanos que se mueren en las calles reclamando pensiones no de miles de dólares sino de algunas decenas de soles?.

Mientras Alan García Pérez siga recibiendo una pensión del Estado, encontrándose en capacidad y aptitud de trabajar, se mantendrá en la misma categoría de sanguijuela, con la que ha motejado a sus colegas de banquete en el congreso de la república. Y es que el pensionista a los cincuenta años y los congresistas de diez mil dólares mensuales, todos ellos, son sanguijuelas. El uno y los otros forman parte de la misma casta parasitaria en la que se ha convertido la actual clase política peruana. A todos ellos, al joven retirado a los cincuenta años y a las sanguijuelas que cobran junto a él, debería aplicárseles el aforismo bíblico: “El que no trabaja, que no coma”.

Fuente: cavb.blogspot.com


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