La actitud del primer mandatario no es la de un estadista. El presidente Alan García se comporta como un vendedorzuelo y un lobista que quiere vender el país al peso y a plazos.
Escuche el audio del programa "Al día con Hildebrandt":
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En su artículo del día domingo aparecido en El Comercio, el presidente García usa la metáfora del perro del hortelano para referirse a todos aquellos que de una u otra manera se opone a la inversión. Llama mucho la atención, primeramente porque más que nunca deja en claro que ha abandonado dichas ideas que caracterizaron a su primer gobierno. El día de hoy el mismo diario informa cómo personajes como el economista Daniel Córdova se alegran por este cambio. Y segundo, llama también la atención porque García usa una metáfora que muchos utilizan para referirse a la trayectoria política del Apra, en especial en aquel periodo de la coalición con los odriístas (1963-1968), cuando el partido de la estrella se convirtió en un verdadero perro del hortelano frente a Belaúnde y Acción Popular. No comió ni dejó comer. Teniendo fuerte presencia en el Congreso, el Apra se opuso a todo tipo de reforma agraria y censuro a varios ministros, bajo la lógica de "si yo no hago las reformas que necesita el país, nadie las va a hacer". Al final el tiro salió por la culata porque se dio el golpe de Velasco, cuyo gobierno ejecutó dichas reformas. Pero ese es otro tema y no viene al caso.
García habla de los enemigos de la inversión y me parece bien. No se puede negar su existencia, aunque el problema del presidente es que todos quienes se oponen a determinada medida son para él anticapitalistas, cuando no es necesariamente así. Comprendamos que es un artículo y este no ofrece mucha extensión, pero si hay una primera crítica que le puedo hacer es que absolutiza todo. Si te opones a alguna iniciativa de inversión privada por algún argumento ambientalista, en verdad eres un comunista encubierto. No cabe otra posibilidad.
Otra crítica que le puedo señalar es la presentación que hace a la inversión como la panacea, cuando no es así. No quiero que se me malinterprete. Los lectores de este blog saben que no tengo nada en contra de la inversión y que incluso he publicado posts sobre el tema, como el del grado de inversión dado al Perú (aunque valgan verdades por una central de riesgo de segundo orden). Pero no lleguemos al extremo de poner a la inversión como lo que nos va a llevar automáticamente al desarrollo. Es importante, necesaria, tal vez hasta imprescindible, pero el discurso de Alan nos da un mensaje de que es lo único que no falta para dar el salto al desarrollo. Eso es falso. En su defensa podría decirse que en su calidad de presidente trata de dar un mensaje optimista, pero no se debe caer en el exitismo. El Perú tuvo grandes inversiones a inicios del siglo XX, en plena república aristocrática. ¿Por qué no llegamos dicha vez al desarrollo? Porque la inversión no basta, es necesario un nuevo modelo de Estado eficiente. Aquel Estado era el oligárquico-liberal, que permitió dos cosas: el enriquecimiento de reducidas élites; y la formación de economías de enclave, que invertían y se llevaban toda la ganancia afuera, dejando la zona igual de pobre. La inversión es una variable importante, pero por sí sola no nos lleva al desarrollo. Hay otra variable ignorada en el artículo, que es el Estado.
García dice textualmente, hay muchos recursos sin uso que no son transables, que no reciben inversión y que no generan trabajo. Y todo ello por el tabú de ideologías superadas, por ociosidad, por indolencia o por la ley del perro del hortelano que reza: "si no lo hago yo, que no lo haga nadie". Le doy toda la razón. Pero falta algo. Falta la variable Estado, y más aun, una autocrítica porque en casi año y medio de gobierno, el Apra no ha emprendido lo que se exige hace tiempo: una Reforma del Estado. Nos hemos quedado con las reformas de primera generación, las de Fujimori en los años 90, que buscaron estabilizar la economía y tener eficiencia, pero no hemos ido más allá. Salvo iniciativas aisladas, seguimos igual, y así no se puede llegar al desarrollo. García debió tener entre sus primeras medidas la reforma del Estado, pero hasta ahora nada. No es una medida fácil ni rápida, suele generar antipatía entre los afectados, y por ello debió empezarla cuando aun estaba en su luna de miel. Con 30% de aprobación, esta ya acabó. Muy dificilmente un presidente tan adicto a las encuestas como García hará la reforma con medio país en su contra. Ojalá me equivoque.
Por último, quería comentar algunas de las ideas secundarias del artículo en donde se demuestra cómo la variable Estado es imprescindible pero es ignorada.
García dice que aun discutimos si la técnica minera destruye el medio ambiente, un tema ya superado, que ocurría antes pero ahora no, y que solo se presenta en casos de minas antiguas. Le doy la razón, pero aquí ignora el papel del Estado. Pongo como ejemplo el caso de La Oroya (aunque no es una mina), que ya antes he comentado. He sostenido reiteradas veces que no se le puede culpar de todo a Doe Run, que la semana pasada cumplió diez años allí. Pero el caso del PAMA es más que claro. El Estado cede y le amplía el plazo por tres años más (del 2006 al 2009), ante un eventual chantaje, de que si no le amplían se retira y a ver qué hace el Estado con los cientos de trabajadores. ¿Cómo no alarmarse ante proyectos mineros en zonas de agricultura si en casos como La Oroya el Estado se arrodilla y no vela por los intereses de su población? Hay motivos. Con dicho antecedente, el Estado pierde credibilidad. ¿Si dice que es por mi bien, por qué tendría que creerle?
Más adelante menciona que los ambientalistas han creado la imagen del nativo selvático "no conectado" para impedir las exploraciones de petróleo. Qué fácil es decirlo, pero las mismas imágenes del INRENA mostraron como aun existen grupos nómades. No es una ficción, es una realidad. Son nómades que incluso cruzan la frontera. ¿Por qué despojarle de su territorio? Creo que García pensaba también en Candamo, pero mencionarlo le habría causado problemas, teniendo en cuenta que se trata de una zona protegida.
Finalmente, pone el ejemplo de Japón, que con menor riqueza persquera come más pescado que nosotros. En mi humilde opinión la comparación es inadecuada. Primero, porque Japón es pequeño como para disponer de grandes territorios agrícolas. Segundo, tiene una geografía difícil para fines agrícolas. Tercero, tiene muy pocos recursos. Y cuarto, es una isla. Y lo más fácil en una isla es ver al mar que al interior, más aun si el interior ofrece muy poco. En Japón la maricultura obedecía a una necesidad, a algo de vida o muerte. El Perú, por la misma variedad de riquezas de la que habla García (mineras, forestales, agrícolas, etc.) tiene problemas en concentrarse en una sola área. Bien por nosotros si llegamos a alcanzar en maricultura a Japón. Pero la comparación es inacertada.
Fuente: Blogiarquía
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