reclaman justicia para que el genocida Alberto Fujimori
vaya a prisión y pague por sus crímenes.
Llamamos manotazos de ahogado a las respuestas utilizadas como último recurso. Como es de suponer, no se trata de las mejores alternativas ni obedecen a estrategias sesudas, se trata en realidad de reacciones a un posible “ahogo”. Cuando se perciben estos gestos, se puede notar que alguien está perdiendo el juego.
Este parece ser el caso del abogado defensor del extraditado Alberto Fujimori quien, ha empezado a tomar una ofensiva que corresponde más a manotazos de ahogado, que a argumentos sólidos. César Nakazaki deja ver así, que percibe una derrota que sino contrarresta con medidas inmediatas le golpeará la cara, para gusto de muchos de nosotros que queremos justicia y un castigo justo para quien violó los Derechos Humanos de muchos peruanos.Veamos por ejemplo, las respuestas de Nakazaki a las recientes declaraciones del Premier Jorge Del Castillo.
En primer lugar mencionó que debía restárseles importancia puesto que del Castillo es un “testigo político”. En segundo lugar (para rematar con diente de oro) se mandó con un rollo jurídico que cito textualmente a continuación: “así fuese secuestro la detención que sufrió, el delito ya prescribió porque, al no ser secuestro agravado sino la figura básica del secuestro, la pena máxima era de cuatro años”.
Y, en tercer lugar, tenemos al mismo abogado (Nakazaki) deseando que como testigo estuviera Alan García para compararlo con Fujimori. “Habría sorpresas. ¿Cuántos muertos hubo en el gobierno de García y cuántos en el de Fujimori?”, anotó.
Bueno, aquí hay varias cuestiones interesantes. Vamos en orden.
Para comenzar habría que preguntarle al señor Nakazaki si su defendido no es un personaje político. ¿A alguien se le ocurriría decir que no lo es? Si bien el caso se ve en la instancia pertinente (y ello es positivo), no se puede negar que la llegada de Fujimori ha afectado de todos modos el terreno político puesto que se trata nada menos que de un ex presidente.
En ese sentido, ¿no es lógico que varios de los testigos sean también personajes políticos? Por supuesto y, la razón por la cual están de testigos nada tiene que ver con “politizar” el tema, como tanto teme el amigo Nakazaki, sino porque fueron víctimas de atropellos que su defendido es acusado de haber cometido.
Por esa razón, no debe extrañarnos, ni debe menospreciarse, la declaración del Premier quien ha dado argumentos sólidos y reveladores respecto a lo ocurrido el día del Golpe de Estado del 92. Si tanto le molesta al señor Nakazaki eso de los “personajes políticos”, entonces debería renunciar a este juicio.
En segundo lugar, y esto está bueno, habría que ver si realmente el delito prescribió. Para ello es preciso que se determine si se trató de un secuestro agraviado o la figura básica de un secuestro (en términos de Nakazaki). Ello es fundamental no solo para determinar este asunto y dejarlo zanjado, sino porque de probarse que la defensa busca inducir a equívocos respecto al tipo de delito, tendremos un referente importante a la hora de considerar la estrategia de este abogado como parte de un plan mayor. Si bien los juicios son varios y distintos, el abogado y las estrategias no lo son tanto; es preciso considerar este patrón en la defensa, en todos los otros juicios que se le siguen a Alberto Fujimori.
Pero dejando de lado el tenor jurídico, en el cual no soy especialista pero algo de sentido común me permite entrar en el tema, cabe mencionar otro aún más importante. ¿Cómo puede alguien decir que porque un delito prescribió entonces ya no es relevante?
Esa es la muestra más clara de la sinvergüencería (y lo digo con todas sus letras puesto que se necesita contundencia en estos menesteres) en la cual basa su defensa el señor Nakazaki. Imaginemos que el delito prescribió, ¿acaso probar que ocurrió el secuestro no significaría nada? Por supuesto, se probaría que Alberto Fujimori, durante su período como Presidente de la República, dio dichas órdenes y, con ello, su imagen quedaría aún más desprestigiada. Se trataría de todo un acontecimiento social (del mismo modo que los juicios que se le siguen). Ello es relevante, al margen de si en el juicio particular significa o no.
Y ahora veamos el punto tres. Interesante la propuesta de Nakazaki para comparar al extraditado con Alan García. Ello de arranque indica que sabe que su defendido no es ningún santo. ¡POR FAVOR! Que la comparación sea con García, quien tiene una serie de denuncias en fila, no hace sino ratificar que Nakazaki confía en su defendido tanto como yo en Alva Castro. Esa es, la patinadita Nakazaki. ¡Bien ahí!
Pero, y aquí viene otro detalle, no se trata de una cuestión de comparación. No se trata de decir el que mató a menos gana, el que violentó menos derechos humanos gana, el que cometió menos irregularidades en su gestión gana, etc. No, no, no y no (y sigan negando). No debemos seguir acostumbrados a la figura del mal menor que, no solo se obedece en elecciones. Nunca se deben violentar derechos humanos, nunca se debe hacer mal uso de un cargo que la ciudadanía delega, etcétera. Aquí no importa la cantidad, así que déjese de gracias señor Nakazaki. Alan García no es un santo y Alberto Fujimori tampoco, ambos deben responder a la justicia.
Como podemos ver, la estrategia del abogado defensor de quien alguna vez renunció por fax (en uno de los episodios más pintorescos y lamentables de nuestro país) responde más a reacciones desesperadas por salvar a su defendido que a una estrategia de defensa argumentantiva real. Ello nos deja clara la evidente derrota que empieza a ver cercana y, claro, pese al mal rato, al dolor de hígado y al aumento de arrugas que sufre mi frente luego de sus declaraciones, es un buen indicio para todos. Tal vez estemos ganando la batalla, desde acá comparto mi más escéptico, pero también terco optimismo.
Este parece ser el caso del abogado defensor del extraditado Alberto Fujimori quien, ha empezado a tomar una ofensiva que corresponde más a manotazos de ahogado, que a argumentos sólidos. César Nakazaki deja ver así, que percibe una derrota que sino contrarresta con medidas inmediatas le golpeará la cara, para gusto de muchos de nosotros que queremos justicia y un castigo justo para quien violó los Derechos Humanos de muchos peruanos.Veamos por ejemplo, las respuestas de Nakazaki a las recientes declaraciones del Premier Jorge Del Castillo.
En primer lugar mencionó que debía restárseles importancia puesto que del Castillo es un “testigo político”. En segundo lugar (para rematar con diente de oro) se mandó con un rollo jurídico que cito textualmente a continuación: “así fuese secuestro la detención que sufrió, el delito ya prescribió porque, al no ser secuestro agravado sino la figura básica del secuestro, la pena máxima era de cuatro años”.
Y, en tercer lugar, tenemos al mismo abogado (Nakazaki) deseando que como testigo estuviera Alan García para compararlo con Fujimori. “Habría sorpresas. ¿Cuántos muertos hubo en el gobierno de García y cuántos en el de Fujimori?”, anotó.
Bueno, aquí hay varias cuestiones interesantes. Vamos en orden.
Para comenzar habría que preguntarle al señor Nakazaki si su defendido no es un personaje político. ¿A alguien se le ocurriría decir que no lo es? Si bien el caso se ve en la instancia pertinente (y ello es positivo), no se puede negar que la llegada de Fujimori ha afectado de todos modos el terreno político puesto que se trata nada menos que de un ex presidente.
En ese sentido, ¿no es lógico que varios de los testigos sean también personajes políticos? Por supuesto y, la razón por la cual están de testigos nada tiene que ver con “politizar” el tema, como tanto teme el amigo Nakazaki, sino porque fueron víctimas de atropellos que su defendido es acusado de haber cometido.
Por esa razón, no debe extrañarnos, ni debe menospreciarse, la declaración del Premier quien ha dado argumentos sólidos y reveladores respecto a lo ocurrido el día del Golpe de Estado del 92. Si tanto le molesta al señor Nakazaki eso de los “personajes políticos”, entonces debería renunciar a este juicio.
En segundo lugar, y esto está bueno, habría que ver si realmente el delito prescribió. Para ello es preciso que se determine si se trató de un secuestro agraviado o la figura básica de un secuestro (en términos de Nakazaki). Ello es fundamental no solo para determinar este asunto y dejarlo zanjado, sino porque de probarse que la defensa busca inducir a equívocos respecto al tipo de delito, tendremos un referente importante a la hora de considerar la estrategia de este abogado como parte de un plan mayor. Si bien los juicios son varios y distintos, el abogado y las estrategias no lo son tanto; es preciso considerar este patrón en la defensa, en todos los otros juicios que se le siguen a Alberto Fujimori.
Pero dejando de lado el tenor jurídico, en el cual no soy especialista pero algo de sentido común me permite entrar en el tema, cabe mencionar otro aún más importante. ¿Cómo puede alguien decir que porque un delito prescribió entonces ya no es relevante?
Esa es la muestra más clara de la sinvergüencería (y lo digo con todas sus letras puesto que se necesita contundencia en estos menesteres) en la cual basa su defensa el señor Nakazaki. Imaginemos que el delito prescribió, ¿acaso probar que ocurrió el secuestro no significaría nada? Por supuesto, se probaría que Alberto Fujimori, durante su período como Presidente de la República, dio dichas órdenes y, con ello, su imagen quedaría aún más desprestigiada. Se trataría de todo un acontecimiento social (del mismo modo que los juicios que se le siguen). Ello es relevante, al margen de si en el juicio particular significa o no.
Y ahora veamos el punto tres. Interesante la propuesta de Nakazaki para comparar al extraditado con Alan García. Ello de arranque indica que sabe que su defendido no es ningún santo. ¡POR FAVOR! Que la comparación sea con García, quien tiene una serie de denuncias en fila, no hace sino ratificar que Nakazaki confía en su defendido tanto como yo en Alva Castro. Esa es, la patinadita Nakazaki. ¡Bien ahí!
Pero, y aquí viene otro detalle, no se trata de una cuestión de comparación. No se trata de decir el que mató a menos gana, el que violentó menos derechos humanos gana, el que cometió menos irregularidades en su gestión gana, etc. No, no, no y no (y sigan negando). No debemos seguir acostumbrados a la figura del mal menor que, no solo se obedece en elecciones. Nunca se deben violentar derechos humanos, nunca se debe hacer mal uso de un cargo que la ciudadanía delega, etcétera. Aquí no importa la cantidad, así que déjese de gracias señor Nakazaki. Alan García no es un santo y Alberto Fujimori tampoco, ambos deben responder a la justicia.
Como podemos ver, la estrategia del abogado defensor de quien alguna vez renunció por fax (en uno de los episodios más pintorescos y lamentables de nuestro país) responde más a reacciones desesperadas por salvar a su defendido que a una estrategia de defensa argumentantiva real. Ello nos deja clara la evidente derrota que empieza a ver cercana y, claro, pese al mal rato, al dolor de hígado y al aumento de arrugas que sufre mi frente luego de sus declaraciones, es un buen indicio para todos. Tal vez estemos ganando la batalla, desde acá comparto mi más escéptico, pero también terco optimismo.
Represores y torturadores vayan a prisión, es el único lugar
donde deben de estar no libres en las calles, y menos en los
puestos de gobierno, gracias a las leyes de perdón de los
políticos cómplices (Canción del grupo Boikot)
__________________________________________________________
______________________________________________
__________
No hay comentarios:
Publicar un comentario