
Rafael Rey, prominente miembro del Opus Dei, era un político que apareció en la política, acompañando a Mario Vargas Llosa en su aventura neoliberal, a principios de los 90. Sin embargo, rapidamente motró su verdadero rostro político y convivió -sin empacho- con los sectores más conservadores del peor fujimorismo durante su década infame.
Con el retorno de la democracia en el 2001, supo reciclarse bajo la tutela de la voluntariosa Lourdes Flores, a quien acompañó hasta en las últimas elecciones para luego abandonarla y aceptar la generosa invitación de Alan García y convertirse en el fiel escudero de sus malas acciones.
Hace dos días, Rafael Rey ofreció las siguientes declaraciones que me eximen de mayor comentario, en las cuales justifica la violencia que originó la muerte de cuatro campesinos. Y es que Rafael Rey es un católico de nuevo cuño. El Ministro del Interior del Perú, Luis Alva Castro fue interpelado y no fue censurado por la muerte de esos cuatro campesinos, con los cuales ya son 16 los muertos durante las protestas sociales en el presente gobierno ¿Quién mató a los campesinos? ¿Yo señor? No señor ¿Pues quién lo hizo? El gran bonetón, señor.
Con el retorno de la democracia en el 2001, supo reciclarse bajo la tutela de la voluntariosa Lourdes Flores, a quien acompañó hasta en las últimas elecciones para luego abandonarla y aceptar la generosa invitación de Alan García y convertirse en el fiel escudero de sus malas acciones.
Hace dos días, Rafael Rey ofreció las siguientes declaraciones que me eximen de mayor comentario, en las cuales justifica la violencia que originó la muerte de cuatro campesinos. Y es que Rafael Rey es un católico de nuevo cuño. El Ministro del Interior del Perú, Luis Alva Castro fue interpelado y no fue censurado por la muerte de esos cuatro campesinos, con los cuales ya son 16 los muertos durante las protestas sociales en el presente gobierno ¿Quién mató a los campesinos? ¿Yo señor? No señor ¿Pues quién lo hizo? El gran bonetón, señor.
El extraño Quinto mandamiento de Rafael Rey
El peligro de opiniones y de actitudes como las de García y Rey es que fue precisamente esa la lógica que, en el fondo, funcionó como la gasolina de gente como Martin Rivas y del Grupo Colina. Es decir, que el orden público es un valor supremo al que se subordina, incluso, la vida humana.
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