El tema educativo va ocupando varias líneas no solo en este, sino en muchos otros espacios. El sector educativo ha sido, uno de los más agitados no tanto por la acción que se toma en el mismo para mejorarlo, sino sobre todo por la constante y creciente demanda ciudadana por su mejora. ¿Cuánto se ha avanzado?
Ante la pregunta anterior, podemos suponer que no mucho, pero en lo que quisiera detenerme esta vez no es en el cuánto, sino en el cómo. El Presidente de la República y el Ministro de Educación se han empeñado en demostrar a la ciudadanía que se está avanzando a paso seguro.
No podemos negar que ha habido diversas medidas, lo cual indica que sí existen ciertas iniciativas; el detalle está en que justamente por tratarse de un sector fundamental y a la vez débil en este momento, dichas iniciativas no pueden ser improvisadas. Lamentablemente, lo han sido.
Hay dos respuestas para el cómo gubernamental en materia educativa. Por un lado están las medidas aisladas que se han planteado y desarrollado (el gobierno habla mucho y dice poco); por el otro, está la estrategia de dejar a los maestros (de manera generalizada pues nadie se salva) como los grandes enemigos de la educación. Este último punto es gravitante puesto que revela la actitud del gobierno para con los educadores peruanos.
El gobierno ha preferido, al menos hasta ahora, contar lo menos posible con los maestros para llevar a cabo las reformas necesarias en este sector. Olvida, al parecer, que los maestros son y debieran ser sus principales aliados. Quienes sostienen que dicho trabajo conjunto es imposible son quienes consideran que los maestros se opondrán a cualquier medida. Ello no es exacto pues la actitud del constante “no” a las iniciativas gubernamentales viene antes por parte de los dirigentes del SUTEP que de los maestros de aula. El (CEN) SUTEP no es representativo.
Pero el problema es aún mayor de lo que creemos. Los continuos descalificativos provenientes de los cercanos al gobierno y del mismo Presidente de la República han traído como consecuencia la sistemática pérdida de autoridad que todo docente debe tener en el aula. Este es un aspecto de suma importancia pues no debemos olvidar que quienes dirigen el salón de clases y orientan, cuidan, enseñan, etc. a millones de niños y adolescentes son justamente los docentes.
¿Qué ocurre cuando un docente no tiene autoridad en un aula? Pues, no puede ejercer su profesión. ¿Qué profesor puede enseñar en un aula en el cual sus propios alumnos se burlan preguntándole cosas como “¿habrá estudiado para su examen no?”, “¿cuánto sacó en el examen final de la capacitación?”, “¿es verdad que ninguno de ustedes quiere pasar por la evaluación a los maestros?” “profe, ¿usted fue del tercio superior?”, etc.?
Claro que no todos los alumnos realizan esas incómodas preguntas. Están muchos otros que simplemente miran a los profesores pensándolas. Los pequeños que cursan educación inicial pueden no andar al tanto de estos asuntos, pero en ese caso el maestro no vive más tranquilo puesto que debe también enfrentar a los padres de familia quienes, no siempre, realizan estas preguntas de la manera más apropiada.
No está mal que uno se interesa por el desarrollo de su hijo, hija, primo, prima, sobrino o lo que fuere en la escuela, el problema empieza cuando el respeto por el maestro se pierde. La falta de respeto por parte del Presidente de la República y el Ministro de Educación solo contribuyen a acentuar este problema.
Por otro lado tenemos el factor tensión. ¿Qué maestro puede desempeñarse con tranquilidad cuando sabe que lo están evaluando constantemente (y de forma subjetiva) los alumnos y los padres (claro, si a un profe le tienen cólera porque es más estricto o lo que fuere, lo sentimos querido maestro y chau)? ¿Qué maestro puede enseñar con tranquilidad cuando no sabe si perderá su plaza por no haber pertenecido al tercio superior? ¿Qué maestro puede estar tranquilo cuando le cambian la fecha del examen y los requisitos cuando el proceso ya se inició?
Es que parece que el gobierno ha instaurado la política del linchamiento público a todo aquel que no comulgue con sus iniciativas. Es algo así como “TOLERANCIA CERO CON QUIENES NOS DEN LA CONTRA”. Los maestros son un excelente blanco para ello ¿no? Desde luego no son los únicos puesto que el gobierno aplica este plan con otros detractores; sin embargo en el campo educativo se siente más puesto que la educación es percibida como la herramienta que garantiza una mejora concreta de la calidad de vida.
Ojo, en ningún momento se está defendiendo a quienes se muestran reacios a cualquier propuesta solo porque la enuncia García o porque pudiera resultar perjudicial para sus propios intereses. Todos deseamos y merecemos buenos maestros, los mejores maestros. Pero esa no es la forma.
Se debe, elaborar un plan integral que permita desarrollar las reformas en dicho sector, se debe incluir en dicho plan, el cierre de muchas instituciones que enseñan educación y no se encuentran a la altura en materia académica, y se debe, por sobre todo, contar con los mismos maestros en la elaboración de este plan.
El Presidente y el Ministro de Educación olvidan un aspecto fundamental. Si mantienen la política de descalificar a los maestros, ellos perderán total autoridad en su aula y con ello, pierden también los alumnos y la calidad no mejorará. De nada sirve un buen maestro (que los hay, por cierto) cuando no puede llegar a sus alumnos y no puede trabajar en armonía con sus padres de familia.
Se pierde el sentido de la enseñanza cuando esta no se basa en el diálogo constante, el aprendizaje bilateral (el alumno del maestro y el maestro del alumno) y, desde luego, en el respeto mutuo.
En julio del año pasado, durante el mensaje presidencial, el Presidente García pidió disculpas públicas a los maestros por su actitud hacia ellos. No queremos más disculpas, queremos que deje de tener que pedirlas. Al profesor se le respeta.
Fuente: Blogweb Menoscanas.
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