El aeródromo de Collique fue una donación de los ciudadanos para impulsar la aviación civil. Pisoteando la ley y atentando contra la defensa nacional, el entonces ministro de Vivienda Enrique Cornejo decidió en el 2008 venderlo a la empresa chilena Besco, que tiene como socio menor a la constructora peruana Graña y Montero. La amistad de esta última con Alan García tiene firmeza de metal.
El terreno fue vendido a 29 dólares metro cuadrado, siendo así que una tasación de la Cámara Peruana de la Construcción valorizaba ese suelo en 301 dólares metro cuadrado.
Fue una operación mafiosa, una prueba del avanzado estado de putrefacción de la moral aprista, de la insanable rapacidad de sus líderes, sus ministros y su presidente.
El país no debe olvidar que García recurrió a la mentira para defender el negocio. En la Conferencia Anual de Empresarios (CADE 2008) afirmó que en el aeródromo de Collique había apenas una avioneta.Con todo desparpajo, ante cientos de testigos, instó a su amigo José Graña a no preocuparse.
Esa actitud tiene ahora una prolongación moral. Ante el fallo del Tribunal Constitucional que ha anulado la licitación, García vuelve a exhibir su desfachatez.“¿Por qué hacemos tantos problemas para empezar a construir?”, ha preguntado el primer mandatario. Para él, no es problema que se haya cometido un delito en la licitación.
Es como si alguien, un narco o un rufián, estuviera construyendo un edificio con dinero mal habido, pero los jueces o los gobernantes decidieran que la obra debe seguir no más, sin investigar ni sancionar.La diferencia es que en el caso de Collique hay un crimen antes de la licitación. Y este crimen es contra la aviación civil, y, por lo tanto, contra la reserva aérea del país. El país se enteró, debido a la oposición ciudadana contra el despojo, que José Abelardo Quiñones, héroe de la aviación nacional, dos días antes de su sacrificio en la guerra con Ecuador en 1941, donó su última quincena de Teniente FAP para la compra del terreno de Collique.
Eso no conmueve al doctor García y su secuaz Enrique Cornejo. Ambos deben de estar pensando en cómo hacer para que el negocio se mantenga.
En verdad, lo justo sería anular la venta turbia, devolver al consorcio chileno-peruano lo que pagó y que los coimeros entreguen lo recibido por debajo de la mesa. Eso, mientras no haya una justicia severa que los conduzca a la cárcel.
El caso Collique tiene vasta trascendencia política y social. Demuestra que estamos gobernados por una cúpula carente de sentido nacional y ético, dispuesta a cualquier enjuague que le signifique ganancias suculentas. Lo peor es que ya en su anterior gobierno García había demostrado de lo que es capaz en este terreno. Masacrador de seres humanos, García es también un sepulturero de la moral.
La diferencia es que en el caso de Collique hay un crimen antes de la licitación.
El terreno fue vendido a 29 dólares metro cuadrado, siendo así que una tasación de la Cámara Peruana de la Construcción valorizaba ese suelo en 301 dólares metro cuadrado.
Fue una operación mafiosa, una prueba del avanzado estado de putrefacción de la moral aprista, de la insanable rapacidad de sus líderes, sus ministros y su presidente.
El país no debe olvidar que García recurrió a la mentira para defender el negocio. En la Conferencia Anual de Empresarios (CADE 2008) afirmó que en el aeródromo de Collique había apenas una avioneta.Con todo desparpajo, ante cientos de testigos, instó a su amigo José Graña a no preocuparse.
Esa actitud tiene ahora una prolongación moral. Ante el fallo del Tribunal Constitucional que ha anulado la licitación, García vuelve a exhibir su desfachatez.“¿Por qué hacemos tantos problemas para empezar a construir?”, ha preguntado el primer mandatario. Para él, no es problema que se haya cometido un delito en la licitación.
Es como si alguien, un narco o un rufián, estuviera construyendo un edificio con dinero mal habido, pero los jueces o los gobernantes decidieran que la obra debe seguir no más, sin investigar ni sancionar.La diferencia es que en el caso de Collique hay un crimen antes de la licitación. Y este crimen es contra la aviación civil, y, por lo tanto, contra la reserva aérea del país. El país se enteró, debido a la oposición ciudadana contra el despojo, que José Abelardo Quiñones, héroe de la aviación nacional, dos días antes de su sacrificio en la guerra con Ecuador en 1941, donó su última quincena de Teniente FAP para la compra del terreno de Collique.
Eso no conmueve al doctor García y su secuaz Enrique Cornejo. Ambos deben de estar pensando en cómo hacer para que el negocio se mantenga.
En verdad, lo justo sería anular la venta turbia, devolver al consorcio chileno-peruano lo que pagó y que los coimeros entreguen lo recibido por debajo de la mesa. Eso, mientras no haya una justicia severa que los conduzca a la cárcel.
El caso Collique tiene vasta trascendencia política y social. Demuestra que estamos gobernados por una cúpula carente de sentido nacional y ético, dispuesta a cualquier enjuague que le signifique ganancias suculentas. Lo peor es que ya en su anterior gobierno García había demostrado de lo que es capaz en este terreno. Masacrador de seres humanos, García es también un sepulturero de la moral.
La diferencia es que en el caso de Collique hay un crimen antes de la licitación.
Fuente: Cesar Lévano/Diario La Primera.
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