Durante la última semana
han sucedido dos cosas importantes: por un lado, el vergonzoso pacto de los
partidos políticos manifestado en la decisión del Congreso de repartir la
dirección del TC, la Defensoría del Pueblo y el BCR en función a sus intereses;
y por otro lado, una movilización en contra de esta decisión que ha ido
creciendo como una bola de nieve. En principio, eran solo las fuerzas políticas
de izquierda las que cuestionaban a los candidatos, pero cuando la decisión se
consumó, el rechazo fue amplio y contundente. Hasta la derecha empezaba a
indignarse, se levantaban por fin de sus cómodos asientos y del sopor de su
“crecimiento económico” para condenar la decisión del Congreso. Incluso vimos
que titulares de periódicos de ultraderecha como El Comercio, Correo, Expreso y
La Razón eran casi idénticos a los titulares de diarios progresistas.
Fue tanta la presión
que, al día siguiente de tomada la decisión, también los artífices de las
repartijas políticas de los últimos años (Alan, Keiko, Lourdes, Toledo y hasta
Ollanta) se pronunciaban en contra de las designaciones en el TC y la
Defensoría, lamentando la decisión del Congreso, como si ellos no hubieran
negociado esos puestos. Y, por si lo anterior fuera poco, la protesta del
miércoles 17 ha tenido importante cabida mediática, e incluso se elogia la
indignación que la motivó, algo que jamás sucede con las protestas de los
movimientos sociales.
Cuando todo esto sucede
en un país como el nuestro, sería ingenuo no preocuparnos por lo que puede
estar en el fondo. Que el Congreso, durante los últimos gobiernos, sea
profundamente mediocre, conservador y corrupto no es nada nuevo para quienes
constantemente estamos siendo negados y violentados por esta instancia de
representación política y por el Estado peruano en general (empleados públicos, mujeres,
indígenas, campesinos, maestros. etc.).
El saco de box en que se
ha convertido esta semana el Congreso es posible porque es una pieza que puede
fácilmente ser cambiada, como lo hizo en su momento Fujimori y con un amplio
apoyo de la sociedad peruana debido a que en el 92 ese Congreso tampoco nos
representaba: podían ser egregios y cultos, pero eran una élite completamente
alejada de las necesidades e intereses del pueblo. Lo que vino después fue que
nos cambiaron gato por gato, y entró gente con menos escrúpulos y más
ambiciones. Los anteriores, de alguna forma, ya eran dueños del Perú, los que
traía la dictadura, eran los que estaban dispuestos a ser buenos siervos de los
dueños del Perú.
La derecha se pronuncia
porque mientras todos estemos atentos al TC y la Defensoría, el BCR sigue
quedando intacto y eso le conviene. ¿Y por qué les interesa que el BCR pase
desapercibido? Porque en la dirección de este se ha designado a Drago Kisic
(PPKausa), Francisco Gonzales García (toledista) y Gustavo Yamada
(fujimorista), tres economistas forjados y adoctrinados en la ideología
neoliberal del Banco Mundial, tres cuadros nada “técnicos”, como se nos quiere
hacer creer, sino militantes políticos del neoliberalismo dispuestos a tomar
decisiones fundamentales para la economía del país, políticos que, apenas asome
una crisis, decidirán proteger a los bancos y a las grandes empresas, y decidirán
dejar en la pobreza a los ciudadanos.
Mientras nuestras
manifestaciones sigan yendo contra los políticos porque simplemente no nos
representan, probablemente tendremos más tribuna, y tendremos apristas y
PPKausas entre las filas de los indignados, pero no empujaremos hacia ninguna
transformación sustancial. En cambio, cuando nuestras manifestaciones empiezan
a tocar su sistema económico es cuando sienten que están en peligro, es cuando
la represión viene con más fuerza, es cuando los ahora indignados nos
convertimos en desadaptados sociales y vándalos antisistema.
Allí radica lo
fundamental de identificar los problemas que afectan la vida cotidiana de
peruanos y peruanas. Es el modelo neoliberal de los últimos 20 años el que ha
permitido que tengamos estos congresistas, que en lugar de políticos y
representantes del pueblo tengamos a títeres representantes de los grupos de
poder, y mientras no cambiemos esto no vamos a cambiar nada. La solución no es
la antipolítica, la solución es una política radicalmente popular,
una política que no tenga en los dueños del Perú a sus financistas y amos, una
política desligada de las fuerzas religiosas retardatarias.
Un país con autoestima
no permite que el Banco Mundial siga manejándolo, un ejemplo cercano es el de
Ecuador, su política económica ya no sigue los estándares de las financieras
internacionales y ha logrado disminuir la pobreza, tener un verdadero Congreso
representativo, que su población se sienta orgullosa de su gobernante y que
este sea reelegido por una amplia mayoría. Eso, en el Perú, está aún muy
lejano, nosotros seguimos eligiendo al menos malo, al menos corrupto, al menos
traidor y vendepatria, porque no tenemos más alternativas, porque esos son
nuestros candidatos, porque eso nos deja nuestra clase política.
Este 27 y 28 de julio
saldremos a las calles y tendremos presente que nuestra lucha es contra este
sistema económico, porque el neoliberalismo no nos representa.
Fuente: Veronica
Ferrari/http://goo.gl/CY7NWF
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