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sábado, 29 de marzo de 2014

COLEGIO MAYOR: ¿DIVERSIDAD O SEGREGACIÓN EDUCATIVA?


El Premier en su presentación al Congreso de la República, anunció la disposición de implementar colegios de alto rendimiento en seis regiones del país, que tendrán como propósito dar la oportunidad para el desarrollo del talento académico, deportivo y artístico de nuestros estudiantes. Estos centros de excelencia, en el marco de su currículo escolar, considerarán el Bachillerato Internacional que es un programa de estudios que corresponde al cuarto y quinto de secundaria, y que forma parte de la oferta educativa de colegios de muy alta calidad en el mundo


La toma de decisiones en políticas públicas no basadas en el sentido común, en una ideología sin mayor fundamento o en los intereses del gobierno de turno sino respaldadas por datos provenientes de investigaciones serias parece que todavía no ha llegado al Perú. El último ejemplo de esto es el anuncio de la creación del así llamado Colegio Mayor secundario del Perú (ver noticia aquí), en el que los 500 mejores alumnos de cuarto y quinto de secundaria puedan estudiar y vivir, contando con instalaciones educativas y deportivas de calidad.

Es lo que en inglés se llama tracking, la separación de estudiantes en diferentes carriles educativos en función de alguna variable previamente definida, usualmente capacidad intelectual, como en este caso.

Aparentemente, esta sería una idea brillante: seleccionar a los más destacados estudiantes y darles las mejores oportunidades para potenciar sus talentos es algo que nadie podría criticar. Se asume que eso motiva al estudiante, que mejora su auto concepto y autoestima y que es a la larga bueno para todos. ¿Pero cuáles son los fundamentos de esta propuesta? ¿En que se basa? ¿Qué se sabe de este tipo de sistemas en otras partes del mundo? En otras palabras, ¿en base a qué se ha tomado esta decisión?

Desde un punto de vista psicopedagógico, si seguimos los planteamientos constructivistas más conocidos tendremos que aceptar que es mejor y más eficaz, además de más justo para todos, tener a estudiantes con diferentes niveles de competencia aprendiendo juntos en un salón de clases. Solamente de esta manera lograremos establecer andamiajes que favorezcan el aprendizaje de todos los estudiantes. La mejor manera de aprender, se sabe ya hace tiempo, es dentro de un ambiente de diversidad en el que los alumnos que saben más estimulen a los que saben menos y estos últimos, con sus preguntas y dudas, sirvan de motor a los que saben más para cuestionar sus creencias y organizar mejor sus conocimientos, a fin de trasmitirlos a aquellos en desventaja. LA IDEA DE QUE LOS ESTUDIANTES MÁS DOTADOS DEBEN SER SEPARADOS DE LA ESCUELA NORMAL ES PERVERSA: obviamente no se trata de desperdiciar sus talentos, pero los recursos no deben ponerse solo a disposición de ellos, sino de todos aquellos estudiantes que podrían rendir mucho, muchísimo mejor, si contaran con un sistema educativo eficiente y de calidad. Estamos en la época de la diversidad, no de la segregación.

La idea, por supuesto, no es desperdiciar los talentos de aquellos estudiantes con condiciones sobresalientes. Los colegios deberían contar con programas de detección y estimulación del talento, como existen en otras partes del mundo, pero estos podrían perfectamente funcionar dentro de la escuela, o en los propios barrios y comunidades de modo que por extensión estos programas beneficien a todos. Programas con ciertos énfasis podrían crearse (arte, ciencias, etc.) en función de las dotaciones de los estudiantes. Además, y este es un factor en el que poca gente piensa, las personas con altas capacidades deben aprender a convivir en el mundo, con los demás, y a ser solidarias con los otros. Un programa que solo aliente la competencia y segrege a estos estudiantes en función de una visión sesgada de lo que son las capacidades humanas no apunta en esa dirección, sino justamente en la contraria. Darwin está muy bien para el mundo natural y la biología, pero no para el sistema educativo.

Por si a alguien le parece que estas ideas son románticas y no se ajustan a un mundo en el que la competencia de los más fuertes es lo que prima, les informo también que hay una multitud de investigaciones, no solamente desde la psicología o la educación sino también desde la economía (a la que muchos le hacen más caso por considerarla una disciplina dura), que nos informan que los programas que hacen tracking simplemente no sirven porque, entre otras cosas, incrementan las brechas entre pobres y ricos y aumentan la inequidad facilitando el éxito académico de algunos estudiantes a la vez que condenan a otros al fracaso educativo.

Del artículo de Susana Frisancho “El colegio mayor: políticas públicas desde un errado sentido común”
 

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