El Premier en su presentación al Congreso de la República, anunció la
disposición de implementar colegios de alto rendimiento en seis regiones del
país, que tendrán como propósito dar la oportunidad para el desarrollo del
talento académico, deportivo y artístico de nuestros estudiantes. Estos centros
de excelencia, en el marco de su currículo escolar, considerarán el
Bachillerato Internacional que es un programa de estudios que corresponde al
cuarto y quinto de secundaria, y que forma parte de la oferta educativa de
colegios de muy alta calidad en el mundo
La toma de
decisiones en políticas públicas no basadas en el sentido común, en una
ideología sin mayor fundamento o en los intereses del gobierno de turno sino
respaldadas por datos provenientes de investigaciones serias parece que todavía
no ha llegado al Perú. El último ejemplo de esto es el anuncio de la creación
del así llamado Colegio Mayor secundario del Perú (ver noticia aquí), en el que
los 500 mejores alumnos de cuarto y quinto de secundaria puedan estudiar y
vivir, contando con instalaciones educativas y deportivas de calidad.
Es lo que en inglés
se llama tracking, la separación de estudiantes en diferentes carriles
educativos en función de alguna variable previamente definida, usualmente
capacidad intelectual, como en este caso.
Aparentemente, esta
sería una idea brillante: seleccionar a los más destacados estudiantes y darles
las mejores oportunidades para potenciar sus talentos es algo que nadie podría
criticar. Se asume que eso motiva al estudiante, que mejora su auto concepto y
autoestima y que es a la larga bueno para todos. ¿Pero cuáles son los
fundamentos de esta propuesta? ¿En que se basa? ¿Qué se sabe de este tipo de
sistemas en otras partes del mundo? En otras palabras, ¿en base a qué se ha
tomado esta decisión?
Desde un punto de
vista psicopedagógico, si seguimos los planteamientos constructivistas más
conocidos tendremos que aceptar que es mejor y más eficaz, además de más justo
para todos, tener a estudiantes con diferentes niveles de competencia
aprendiendo juntos en un salón de clases. Solamente de esta manera lograremos
establecer andamiajes que favorezcan el aprendizaje de todos los estudiantes.
La mejor manera de aprender, se sabe ya hace tiempo, es dentro de un ambiente
de diversidad en el que los alumnos que saben más estimulen a los que saben
menos y estos últimos, con sus preguntas y dudas, sirvan de motor a los que
saben más para cuestionar sus creencias y organizar mejor sus conocimientos, a
fin de trasmitirlos a aquellos en desventaja. LA IDEA DE QUE LOS ESTUDIANTES
MÁS DOTADOS DEBEN SER SEPARADOS DE LA ESCUELA NORMAL ES PERVERSA: obviamente no
se trata de desperdiciar sus talentos, pero los recursos no deben ponerse solo
a disposición de ellos, sino de todos aquellos estudiantes que podrían rendir
mucho, muchísimo mejor, si contaran con un sistema educativo eficiente y de
calidad. Estamos en la época de la diversidad, no de la segregación.
La idea, por
supuesto, no es desperdiciar los talentos de aquellos estudiantes con
condiciones sobresalientes. Los colegios deberían contar con programas de
detección y estimulación del talento, como existen en otras partes del mundo,
pero estos podrían perfectamente funcionar dentro de la escuela, o en los
propios barrios y comunidades de modo que por extensión estos programas
beneficien a todos. Programas con ciertos énfasis podrían crearse (arte,
ciencias, etc.) en función de las dotaciones de los estudiantes. Además, y este
es un factor en el que poca gente piensa, las personas con altas capacidades
deben aprender a convivir en el mundo, con los demás, y a ser solidarias con
los otros. Un programa que solo aliente la competencia y segrege a estos
estudiantes en función de una visión sesgada de lo que son las capacidades
humanas no apunta en esa dirección, sino justamente en la contraria. Darwin
está muy bien para el mundo natural y la biología, pero no para el sistema
educativo.
Por si a alguien le
parece que estas ideas son románticas y no se ajustan a un mundo en el que la
competencia de los más fuertes es lo que prima, les informo también que hay una
multitud de investigaciones, no solamente desde la psicología o la educación
sino también desde la economía (a la que muchos le hacen más caso por
considerarla una disciplina dura), que nos informan que los programas que hacen
tracking simplemente no sirven porque, entre otras cosas, incrementan las
brechas entre pobres y ricos y aumentan la inequidad facilitando el éxito
académico de algunos estudiantes a la vez que condenan a otros al fracaso
educativo.
Del artículo de
Susana Frisancho “El colegio mayor: políticas públicas desde un errado sentido
común”
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