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lunes, 10 de diciembre de 2007

10 DE DICIEMBRE: DÍA INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS


Los paradigmas de la bestialidad humana; Pinochet el dictador de
latinoamérica, brutal y asesino; y Fujimori, el carnicero de Barrios altos
y la Cantuta, violador sistemático de los Derechos Humanos en el Perú
Casualidad o no, resulta que hoy es 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, y ocurren dos cosas. Primero, se cumple un año de la muerte de uno de los dictadores latinoamericanos más brutales del siglo XX: Augusto Pinochet. Segundo, se inicia el juicio al extraditado ex-presidente Fujimori. Ambos, como todos sabemos, están involucrados en gravísimas violaciones de Derechos Humanos. Ambos tienen (incluso el ya fallecido Pinochet) un escudo protector levantado por sus seguidores, con una lógica maquiaveliana cercana a el fin justifica los medios. A Pinochet algunos le disculpan la represión, las muertes por el hecho de que Chile se encontraba en una situación crítica tanto económica como social, y era necesaria la mano dura para reestablecer la paz. Los muertos eran el costo por pagar, y en última instancia, ellos se lo buscaron. Con Fujimori sucede algo similar. Si hubo muertos, excesos, golpes a la democracia, etc., todo eso se justifica en la victoria que se logró sobre el terrorismo y en la estabilidad económica que se consiguió.

Igual de grave que la mentalidad subyacente en lo anterior es la presencia de sentidos comunes que a su vez alimentan esta forma de pensamiento. Hace algún tiempo Daniel Salas (GCC) me dejaba un comentario recomendandome un post de Silvio Rendón en donde este último demostraba cómo no era tan cierto aquello de que el milagro chileno gracias a Pinochet no es más que una exageración. Por la misma línea va lo que escuché decir alguna vez a MVLL, que el crecimiento y desarrollo chileno se dio sobretodo a partir de 1990 con el gobierno de la Concertación. Esto no debería de sorprendernos. Una dictadura, por más neoliberal que sea en el campo económico y por más eficiente que pueda parecer, nunca podrá desarrollar al máximo las potencialidades de un país. Y esto se debe a que en los autoritarismos hace falta aquello que en Ciencia Política se llama accountability, rendición de cuentas. En dictaduras no hay transparencia, no hay accountability, rendición de cuentas. Con un panorama como ese, cualquier funcionario público está tentado a enriquecerse con recursos del Estado. A lo mucho podría ser descubierto y sancionado por un superior, pero dificilmente ocurrirá pues quienes usualmente hacen las denuncias son la prensa y/o los ciudadanos. Y en regímenes autoritarios ya sabemos cómo son presionados, callados o censurados.

Algunos dicen que la democracia es ineficiente, o que es muy lenta pues pasa por muchos filtros y por ahí las iniciativas se quedan. En parte es cierto, pero en parte es también un sentido común arraigado. En principio, esto no obedece al sistema democrático per se, sino al Estado en el que se expresa. Si el Estado es ineficiente, lo será tanto en democracia como en dictadura, como ha sucedido acá. Si el Estado es eficiente, probablemente habrá menos incentivos a respuestas rápidas y autoritarias y la democracia encontrará campo fértil. Esto no tiene nada que ver con si el Estado es grande o pequeño, sino si es que es o no eficiente y cumple con sus objetivos (eso lo demostró Fukuyama en su libro La construcción del Estado). Estados grandes como la URSS fracasaron, así como algunos mínimos, mientras que otros mínimos y otros grandes (como los nórdicos) siguen en pie y con éxito.

Con Fujimori también se construyeron sentidos comunes, como aquel de que las matanzas eran necesarias para vencer al terrorismo, cuando en realidad la clave para su derrota fue la labor de inteligencia y la colaboración con los mismos ronderos. Esto genera mucha discusión ahora, y es algo casi natural, pero en unos años habrá menos apasionamiento y más reflexión, y ojalá estos sentidos comunes se dejen de lado.

En fin, no he dicho nada sobre los DDHH, pero creo que el tema está intensamente relacionado. Solo en una democracia plena se respetan estos derechos. Y no se trata de meras abstracciones, sino de realidades, de cosas concretas. Por eso Rorty (y si Uri Ben Schmuel va a volverse a robar mi texto que tenga la dignidad de citarme y no manipularlo) decía que más eficaz que estar buscando la explicación de la naturaleza humana para fundamentar los DDHH (que era algo que desde Platón hasta los modernos habían hecho, y con poco éxito), era crear una cultura de los DDHH en un sentido práctico. Inclinarnos por una educación sentimental, práctica, a la empatía con los demás, a sentir con ellos. En el Perú estamos muy lejos de eso aún. Hace falta poner la primera piedra.

Fuente: Blogarquía.
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