
:: CIPRIANI AL SUTEP
Ante las discrepancias surgidas en torno al Decreto Supremo 004, ayer el cardenal Juan Luis Cipriani demandó a las autoridades regionales a no politizar el tema, pues consideró que con esa actitud sólo se maltrata a los niños y jóvenes.
Ante las discrepancias surgidas en torno al Decreto Supremo 004, ayer el cardenal Juan Luis Cipriani demandó a las autoridades regionales a no politizar el tema, pues consideró que con esa actitud sólo se maltrata a los niños y jóvenes.
“Me parece que se debe madurar más para llegar a resultados que favorezcan a la educación. No se debe priorizar una agenda política por encima de lo que es la responsabilidad de una buena educación”, dijo a la prensa en Palacio de Gobierno tras visitar al jefe de Estado junto a su homólogo chileno Francisco Errázuriz.
Cipriani invocó a las autoridades regionales y a la dirigencia del SUTEP para que tras el debate sobre este tema “no se acabe en discusiones y con huelgas”. “Hay que madurar más en el modo de resolver los asuntos”, sentenció.
Fuente: Correo.
Fuente: Correo.
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COMENTARIO:
Escuchar a Juan Luis Cipriani es como enfrentarse a un personaje-fantoche de novelón anticlerical: la caricatura del cura malvado, el sacerdote de caninos puntiagudos y perpetua caradura que vive o para el complot o para borrar las huellas del complot.
El cura malo de las novelas: el sacerdote exaltado que abusa del pobre Martín Romaña frente al altar de su propia iglesia; el ciego dos caras Jorge de Burgos que rocía de cianuro las páginas del libro prohibido de la comedia en "El nombre de la rosa", y luego se sienta a escuchar los estertores de sus víctimas con gesto de santidad.
El cura que lanza maldiciones estrafalarias desde el púlpito, en medio de una hambruna general, en El matadero de Echevarría (tan parecido al de "El terremoto en Chile" de Von Kleist); el sacerdote hipócrita que predica la indolencia para asegurar la servidumbre ajena en El mundo es ancho y ajeno; el cura que pacifica a las mujeres para perpetuar su esclavitud en Los ríos profundos; el que desea de todo corazón, sólo por soberbia, que su rival arda en la hoguera, en "Los teólogos" de Borges.
El cura malo de la realidad: el que toma las ideas de la Iglesia sobre solidaridad, perdón y caridad para - trabalenguas de por medio, retorcimiento de por medio - proponer la exculpación de los mafiosos, la reivindicación de los criminales, el borrón y cuenta nueva de la antigua dictadura.Vean cómo lo explica el cable de RPP (radio de la cual el cura malo de la realidad, es decir, Juan Luis Cipriani, es colaborador), para que no piensen que yo lo estoy inventando:
"Al referirse a la extradición del ex presidente Alberto Fujimori, el cardenal Juan Luis Cipriani hizo un llamado a los peruanos a dejar de lado los odios, los enconamientos y las venganzas. “Es difícil, pero el país requiere de una mayor madurez”, sostuvo.
"El Arzobispo de Lima dijo que sólo nos debe interesar conocer la verdad. “Comprendo que es una tarea casi imposible, pero la verdad es lo único que beneficia y sana a la gente. Todo lo demás alborota los espíritus”, anotó.
"De otro lado, el Cardenal Cipriani citando a San Agustín animó a todos los fieles a que miren bien su corazón, porque ahí donde está nuestro tesoro está nuestro corazón. Señaló también que debemos pedir a Dios que nos dé un corazón que sepa amar y perdonar; pues la purificación del alma es una tarea de toda la vida".
Es decir, por enésima vez en su patética historia pública, Cipriani repite la fórmula de la pacificación espiritual tal como la entiende el perfecto cómplice de los mafiosos: la paz consiste en perdonar a los delincuentes siempre y cuando esos delincuentes sean nuestros aliados (y con más razón si esos delincuentes saben nuestros pecados como si ellos fueran nuestros confesores, y no al revés).
Recordemos las cosas que escribía Cipriani en los años 90, y quiero que noten qué distinta canción era la que cantaba esta persona en aquella época (pero qué parecida, en el fondo):
"Mientras no afirmemos con claridad que los derechos humanos no son unos valores absolutos intocables, sino que están permanentemente sometidos a los límites que les señalen unos ‘deberes humanos’, es imposible afrontar con eficiencia los males que padecemos, especialmente la inmoralidad en las funciones públicas y el terrorismo. Digámoslo de forma sintética: la mayoría de instituciones llamadas de ‘Defensa de los Derechos Humanos’ son tapaderas de rabo de movimientos políticos, casi siempre de tipo marxista y maoísta".
En esa época, Juan Luis Cipriani, el abogado del perdón universal, era el principal promotor de la implantación de la pena de muerte en el Perú. ¿Lo recuerdan?
"No podemos permitir que por el miedo, temor y cobardía de unos cuantos el país no apruebe la pena de muerte (...). No podemos temblar de miedo. El mundo cambia día a día y no a favor de los cobardes. Nos encontramos en una época de firmeza, claridad y hombría".
¿Y qué decía Cipriani sobre los estudiantes de La Cantuta asesinados?
"El caso La Cantuta está siendo utilizado políticamente y bajo el pretexto de la defensa de los derechos humanos se está dando el último intento de atropellar la libertad del pueblo peruano. Esa libertad que ya la hemos consolidado todavía encuentra pequeñas voces de peruanos que no tienen cariño a su pueblo y siguen creando dudas acerca de la integridad moral del ejército y las autoridades que gobiernan el país. Y esas dudas son una traición a la patria, por lo tanto no debemos permitir que se siga discutiendo, bajo pretexto de los derechos humanos lo que no es otra cosa que un último intento de atropellar lo que la mayoría de los peruanos gozamos en este momento: la libertad".
En efecto: decía que el solo plantear que el caso fuera discutido y juzgado era "traición a la patria". Obviamente tenía que decirlo: Cipriani fue siempre un socio de Fujimori. Y ahora sigue siéndolo. No está de más recordar la cercanía de esa relación, quizá revisando pasajes del Informe fInal de la CVR, como este que sigue:
"Monseñor Cipriani aparecía muy cercano a los militares en Ayacucho, se desplazaba por el departamento junto con ellos en sus helicópteros, o acompañando al presidente Fujimori, el cual, en sus frecuentes visitas a Huamanga, a quien primero visitaba era a monseñor Cipriani, en cuya compañía realizó recorridos en helicóptero a diversos lugares del interior del departamento, en algunas ocasiones acompañados de representantes de la Cooperación Internacional y de organismos oficiales de diversos países, en explícito aval del Arzobispado de Huamanga al gobierno de Alberto Fujimori (Anexo 7). Las tomas de posición de Mons. Cipriani se fueron acercando al gobierno de Fujimori. Monseñor Cipriani manifestaba su apoyo a diversas decisiones del Gobierno en sus declaraciones y acompañaba a Fujimori en sus viajes por Ayacucho; lo invitó a encabezar con él la procesión de Semana Santa (LR. 11.4.93). Estas acciones aumentaron cuando fue nombrado arzobispo, en mayo de 1995. En otra oportunidad se vistió con un poncho igual al del presidente y lo acompañó a inspeccionar obras, ocasión en que Fujimori afirmó que él lucha por los derechos humanos de los campesinos y no de los terroristas, en presencia del representante de la Cruz Roja Internacional (EM 20.10.95)".
Publicado por Gustavo Faverón Patriau.
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