Pobres del Perú exigen que "Sanguijuela" García Pérez devuelva inmerecida asignación
El "Bolón" Alan García Pérez recibió pensión del
Estado a los cincuenta años. Desde 1992 se negó a trabajar,
estando en capacidad física y mental de hacerlo.
El diario La Primera informa el día de hoy que el corrupto presidente peruano Alan García Pérez cobró en el año 2002 la suma de un millón seiscientos mil soles (aproximadamente medio millón de dólares) por concepto de pensión como exjefe de estado (*). Según han declarado los exparlamentarios Carlos Ferrero Costa y Gilberto Díaz, este afortunado vividor de la política no sólo pidió se le pagase desde el año 1990, sino que además se le abonase las pensiones de los años 2001 y 2002.
Como ya hemos explicado tiempo atrás en este blog, García Pérez no es propiamente un ejemplo de héroe del trabajo. Fuera de los cargos políticos remunerados que ha desempeñado, como presidente, diputado o constituyente, han sido contadas con los dedos de la mano –derecha, por supuesto– las oportunidades en que Alan trabajó, en el sentido que la palabra tiene para el común de los mortales.
Peor aún, en una de las contadas ocasiones que García debió ganarse la vida trabajando lo hizo como abogado de narcotraficantes. Debe recordarse que en los años setenta, García Pérez solía defender a acusados de comerciar ilícitamente con drogas. En esos lejanos años, AGP hacía firmar los escritos legales que dicha defensa demandaba a un abogado aprista, buen amigo y compañero –don César Vega Vega– con quien compartía el estudio jurídico y quien tenía que sacar la cara en las diligencias de los juicios. Sin embargo, en el medio judicial se sabía que quien usaba la influencia política para exonerar a los narcotraficantes era el "aprista" Alan García Pérez.
Tal conducta fue comentada en una anotación del presente blog que lleva el título de El pensionista sanguijuela. El artículo fue publicado el lunes 15 de mayo de 2006 y es transcrito a continuación:
El pensionista "sanguijuela"
Un afortunado pensionista a los cincuenta años de edad ha denunciado como “sanguijuelas” a sus colegas de planilla. Sí señor. Ha acusado de parásitos a los cófrades junto a los cuales, puntualmente, cobra la mesada que extrae del cuerpo del pueblo peruano.
Con singular cinismo, este quincuagenario, activo pero paradójicamente “retirado”, ha hablado mal de sus consocios, los miembros del Club de los Diez Mil Dólares de la Plaza Bolívar. Frente a este hecho, me parece que es necesario dejar en claro que es una afrenta a la política y a los sectores populares que una persona joven, en total capacidad física y mental para trabajar, reciba cada treinta días, para su consumo personal, miles de dólares que deberían ir a financiar el Vaso de Leche o la atención médica para los pobres.
Dirán algunos que este lozano miembro de las listas pasivas del Estado “tiene derecho” a recibir su pensión. Sin embargo, el Perú es un país en que hay millones de personas con derechos similares que no reciben el mismo tratamiento con el que se premia a nuestro inmaduro retirado.
¿Por qué será que se le reconoce el derecho a este dinámico jubilado y no a tantos otros peruanos que se mueren en las calles reclamando pensiones no de miles de dólares sino de algunas decenas de soles?
Mientras Alan García Pérez siga recibiendo una pensión del estado, encontrándose en capacidad y aptitud de trabajar, se mantendrá en la misma categoría de “sanguijuela”, con la que ha motejado a sus colegas de banquete en el congreso de la república. Y es que el pensionista a los cincuenta años y los congresistas de diez mil dólares mensuales, todos ellos, son sanguijuelas. El uno y los otros forman parte de la misma casta parasitaria en la que se ha convertido la actual clase política peruana. A todos ellos, al joven retirado a los cincuenta años y a las “sanguijuelas” que cobran junto a él, debería aplicárseles el aforismo bíblico: “El que no trabaja, que no coma”.
Fuente: (*) http://www.diariolaprimeraperu.com/
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