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miércoles, 9 de diciembre de 2009

LA CASA DE ALVA: ALLEGADOS AL PRESIDENTE DEL CONGRESO RECIBEN JUGOSAS BONIFICACIONES QUE LLEGAN AL 100% DE SUS SUELDOS


La revelación que ayer ofreciera el diario “Perú.21” en torno a los privilegios que el presidente del Congreso decidió dar a sus favoritos implica que la conchudez es un mal extendido –se diría que casi unánime- en el seno del gobierno.

Como lo ha tenido que reconocer el mismísimo denunciado, resulta que, desde setiembre pasado y porque le dio la gana, los allegados al doctor Luis Alva Castro venían recibiendo una bonificación que, en algunos casos, llegaba al 100 por ciento del “sueldo formal”.

O sea que las secretarias de Alva Castro –doña Jéssica Arias y doña Maritza Espinoza- pasaron a ganar 10,783 soles cada una, siendo que su sueldo anterior ya era abundante para una labor como la que ellas cumplen tan dignamente: 4,697 soles mensuales.

Es que la resolución que las ascendió las consideraba en el nivel 8 del escalafón salarial del Congreso –nivel sólo reservado a quienes pueden lucir un título profesional (aunque sea de Alas Peruanas)-. Quizá sea innecesario decir que las señoritas Arias y Espinoza no están amparadas por ningún cartón que haga presumible alguna educación superior.

¿Cuál es su mérito? Pues trabajar con Alva Castro, que tuvo el cuajo de anunciar “el fin del bono a los congresistas” mientras ocultaba que a sus engreídos él mismo y en persona, como se dice en Azteca Televisión, se encargaba de apapachar por lo bajito.

“Pero no son sólo secretarias”, llegó a decir cuando pensaba que podía mantener su postura. Y añadió, de lo más pedagógico: “Tienen una función técnica mucho mayor y conocen el funcionamiento del Congreso”. La función técnica “mucho mayor” debió de consistir en llevarle todas las infusiones y cafecitos solicitados. Y en cuanto a “conocer el funcionamiento del Congreso”, pues no es posible imaginar que eso sea precisamente una virtud o una complicada ciencia.

Tengo la teoría de que la disciplina partidaria aqueja y devasta a Alva Castro. Y como fiel oficial de ese ejército siempre insaciable que es el Apra, este buen señor no hizo sino cumplir la tácita directiva que viene de la comandancia suprema: aprovechar cada momento, cada rubro presupuestal, cada partida y cada libramiento para hacer aquello que el doctor García elevó a la categoría de arte en el quinquenio 85-90 del siglo pasado. Ese arte, que tiene tanto de magia como de impudicia, viene en variados tamaños y formatos. Una versión menor es la que Alva Castro ha mostrado con su amiguismo de otorongo mayor. Se trata, en el fondo, de patrimonializar el Estado y considerar los dineros públicos, a la hora de favorecer a terceros próximos, como un tesoro inacabable que, cada cinco años, cambia de pirata, es decir de dueño (o sea de Presidente).

La mayor de esas expresiones –la del saqueo a cuenta propia- te lleva, claro, a estar censado como propietario en París, Lima y Bogotá (o a recibir a Canaán en Palacio y luego hablar de “las ratas” que con el dominicano se reunieron). Desde esa perspectiva, Alva Castro –a diferencia de Cornejo- se ha resignado a ser un minorista tímido de la cuchipanda presupuestal. Tímido y lo suficientemente burdo, felizmente, como para dejar huellas y memos en el camino. No se trató sólo de secretarias, por supuesto.

El doctor Alva Castro cebó también el afecto que por él tienen el Oficial Mayor del Congreso, don José Abanto; el Director General, Gianmarco Paz; y la jefa de Auditoría Interna, doña Julia Velarde. A los tres les subió el sueldo hasta llegar a los 20,000 soles mensuales por cabeza. El incremento promedio fue de 5,000 soles en cada sobre.

Si uno suma lo que la Resolución 010 de la presidencia del Congreso supuso durante los tres meses de su vigencia, llegará a una cifra del todo irrelevante comparada, por ejemplo, con el negocio de la avenida Gambetta. Pero no se trata sólo de los soles que estuvieron en juego.De lo que se trata es de esa tara invencible que consiste en creer que uno va al gobierno a abrir cajones y a cerrar negocios. O a favorecer a los íntimos. Alva Castro es una de las hechuras más defectuosas de la fábrica hayista: tiene respuestas para todo pero jamás se ha hecho ninguna pregunta que valga la pena.

Y que haya rectificado ayer a través de un comunicado sólo confirma la grosería cometida y dice mucho y muy bien del poder profiláctico que la prensa ejerce cuando investiga e informa.

Fuente: César Hildebrandt/La Primera.

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