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or qué algunas personas abrazan gustosamente el vicio infame de la esclavitud? Étienne de La Boétie, el amigo de Montaigne, describió magistralmente los vericuetos sicológicos de la servidumbre voluntaria, esa obediencia ciega que el hombre se autoimpone ante un modelo concreto de tiranía. En nombre de la libertad y la democracia, forjamos ídolos artificiales a los que obedecemos sin chistar y nos humillamos ante ellos para legitimar nuestra cobardía o dar rienda suelta a nuestros más bajos instintos.
El "caso Rospigliosi" me indujo a pensar en el terrible diagnóstico de La Boétie. Si bien la clase dirigente peruana es parasitaria por naturaleza, el ex ministro del Interior y ¡jefe de nuestra inteligencia! ha demostrado que su servilismo político no tiene parangón. Es, simplemente, insuperable. Hay lacayos nacionales, pero lo suyo es global, de exportación. Rospigliosi es la inca kola de los que cobran en dólares. Y, como todo soberbio que comete un error, se escuda en un razonamiento perverso e infantil: "Todos van a la Embajada, yo también". Lo cierto es que muchos van, pero pocos cobran. Por lo demás, es doloroso que un ex jefe de inteligencia se arrastre como un gusano cuando escucha la campanita gringa y acuda a ella como el perro de Pavlov. En fin, él ha elegido esas cadenas y al parecer es feliz bajo ese yugo. Sin embargo, este caso se torna relevante porque el bueno de Rospigliosi no sólo acudió a lamerle las manos a sus empleadores, sino que intentó, de paso, que una potencia extranjera se inmiscuya directamente en un tema de soberanía nacional. Estados Unidos es, cómo decirlo, "un poquito" imperialista, y aquel que aconseja una campaña de demolición contra un compatriota no merece otro calificativo que el de traidor. Lacayo no, cipayo. Colaborador a sueldo. Becario de embajada. Si éste fuera un país serio, después de una actuación tan miserable, a este señor no volveríamos a verle el bigote. Pero Rospigliosi sabe que su argolla de mediocres lo seguirá invitando a la televisión. Los gringos, esos sí, ahora se andarán con más cuidado. Basta del cheek to cheek. Esto, con el tiempo, puede pasar factura.
¿En qué momento se jodió Rospigliosi? ¿Cómo un cuadro de Vanguardia Revolucionaria termina subvencionado por Estados Unidos? Vargas Llosa en Historia de Mayta ensaya una explicación. Mayta, el personaje principal, critica a los intelectuales como Rospigliosi que "se sensualizan muy rápido y no tienen convicciones sólidas. Su moral vale apenas lo que un pasaje de avión... se venden a las becas yanquis y al Congreso por la libertad". Rospigliosi es más caro, eso sí. Pero Mayta tiene razón: "Los intelectuales se prenden de la mamadera apenas la tienen delante de la boca. Después, inventan teorías para justificar sus chanchullos". Teorías como la que el bueno de Rospi nos quiere clavar, sosteniendo que acudió a las cenas románticas con los gringos "para salvar la democracia". Claaaaro. No te engañes, Rospigliosi. Todos sabemos que en el fondo lo hiciste por tu McDonald's. ¡Ahora resulta que el gran estadista McRospi se inmoló por nosotros sin chequera de por medio! Miseria de político. No mientas. Nadie te pidió que te conviertas en el súcubo del Tío Sam.
Fuente: Diario correo
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