Humala llegó
al gobierno con el apoyo de
los movimientos sociales que hoy
reprime y asesina.
|
A
|
l elegir a Ollanta, la izquierda trabajó para la derecha sin
saberlo y ahora, al combatir y reprimir a los movimientos sociales, el gobierno
y la derecha trabajan para la izquierda. A 10 meses del gobierno, con más de
una docena de muertos en su cuenta,
Humala se parece cada vez más a los gobernantes contra los que insurgió. Ahora ya se puede decir que es un García más
y que su captura por las derechas se ha convertido en una metamorfosis a lo Kafka. Llegó al gobierno con el apoyo de
los movimientos sociales que hoy combate y reprime. Cuando era candidato
afirmó que la protesta social no era un
delito y criticó su criminalización por el gobierno de García. Reconoció
entonces que los movimientos de protesta canalizaban demandas justas de la
población que debían ser atendidas por las empresas mineras y por el Estado.
Sostuvo también que la mejor forma de entender y atender las razones de los
movimientos de protesta era el diálogo.
El discurso y la política
cambiaron con la caída del gabinete Lerner, con la salida de la izquierda del
gobierno y el ingreso de Valdés como primer ministro. Se pasó entonces del
diálogo a la confrontación, al disparo y a la muerte. Ollanta y Valdés no
pueden decir ahora que sus manos no están manchadas de sangre. Ellos comandan y
coordinan la ofensiva del Estado contra los movimientos socioambientalistas de
protesta. Todos los aparatos represivos del Estado se han puesto en movimiento
para aplastarlos. Los servicios de
inteligencia “siembran” bombas molotov en los aeropuertos o en los municipios,
los fiscales incriminan, los jueces se preparan para condenar, el ejército acecha
y amenaza (en Cajamarca), la policía
reprime, apresa, dispara y mata, la derecha celebra y aplaude. Un diario, que
chuponeó probablemente el titular de primera
plana a Valdés o al demonio,
llegó a decir con sorna y con cinismo: Ya tienen los muertos que
buscaban.
El aparatoso despliegue del
Estado contra los movimientos de protesta revela, no fortaleza, sino debilidad
y temor. Las protestas socioambientales son importantes, sin duda, porque
jaquean a una de la columnas de la economía primario-exportadora; tienen un
apoyo masivo, pero localizado en una provincia o en alguna región (Cajamarca);
sus reclamos de respeto al agua, al medio ambiente, a más recursos, son
intensos, pero varían de caso en caso y son totalmente atendibles por las
boyantes empresas mineras gracias a los
buenos precios y a la demanda internacional; sus líderes son dirigentes
sociales o político-sociales, pero de ninguna manera terroristas; sus discursos
son radicales, pero en modo alguno subversivos; tienen apoyo y resonancia en
medios locales (radios principalmente) y en poca prensa de alcance nacional,
pero la mayoría de los grandes medios les es ajena y las sataniza; sus formas
de acción son despliegues legales de protesta (paros, huelgas, marchas,
manifestaciones) y algunas fuertes dramatizaciones (tomas de carreteras,
apedreamientos, quema de algún carro), pero no quieren echarse abajo el sistema
político y social, sino que quieren hacerlo funcionar.
Su debilidad radica quizá en su
poca articulación nacional. Mientras los movimientos socioambientales sigan
fragmentados, su capacidad de presión y de negociación seguirá siendo limitada.
Su fuerza y su eficacia serán mayores a medida que sea mayor su concentración
negociadora. Aquí es donde se hace sentir la ausencia de una representación
política de los movimientos sociales, esto es, de la izquierda. La cancha está
libre, la comida está servida y la izquierda tiene que agradecer al gobierno y
a las derechas su torpeza por entregarle en bandeja a los movimientos sociales
de protesta. Es probable que de las
luchas sociales actuales y de las que se vienen, salga una izquierda unida,
representativa, capaz de disputar el poder con éxito en el 2014 y en el 2016.
Ha llegado probablemente el momento propicio para formar el bloque de las
izquierdas en el Congreso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario