¿S
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abes, lector o lectora, el nombre de los muertos en Espinar?,
¿no? Claro. Quizás por ahí te llamó la atención que uno de ellos fuera payaso.
Un profesor de escuela que también se ganaba la vida haciendo reír a los niños.
Pero, en general, desde Lima los muertos no son “comprendidos” como alguien con
nombre propio, con DNI, con una historia de amores y pérdidas, de ilusiones y
tensiones, sino como una cifra abstracta sin rostro ni piel ni años colegiales.
Un nadie. Un radical que, a ojos de la gentita, debió caer, bien hecho.
Steve Levitsky, la semana
pasada, me comentó que en otros países como Argentina siempre se sabe el nombre
de los que mueren en un conflicto social. Hace unos años, dos diputados
uruguayos me dijeron que percibían que en el Perú la vida valía poco, “por lo
menos, menos que en Uruguay”. Los comentarios de estos tres ilustres
extranjeros me hicieron sentir vergüenza. Y me niego a pensar que en mi país a
los sectores urbanos que leen estas líneas les importa un carajo la vida de los
espinarenses o de los cajamarquinos.
Por eso, porque todavía confío
en la gente, en los limeños de primera o de tercera generación, quisiera que
todos conozcan la historia de un hombre que puede haber cometido errores, pero
que de ninguna manera es un delincuente. Me refiero al alcalde de Espinar,
elegido en segundo periodo luego de una primera gestión honrada, Óscar
Mollohuanca. Mollohuanca fue primero de la clase durante todos los años
escolares en el colegio Mateo Pumacahua de Sicuani. A pesar de la
discriminación de la que fue objeto, y por sus méritos académicos, recibió una
“dirimencia” y pudo estudiar Economía en la Universidad San Antonio Abad del
Cusco. También ha sido dirigente campesino de la FUCAE, trabajó en el Centro de
Formación Campesina de la Prelatura de Sicuani, y en su primera gestión fue el
autor del convenio marco, aunque terminó su periodo antes de que pueda
suscribirse. Cuando lo detienen el 30 de mayo escribe en un papel este mensaje:
“Queridos amigos, estoy agradecido por vuestras muestras de solidaridad, este
es un pequeño bache en mi vida, pero seguiremos en la búsqueda de justicia para
Espinar”.
Como señaló Enrique Castillo en
su programa Agenda Electoral de Canal N del domingo pasado, mientras entrevistaba
al ministro de Justicia, Óscar Mollehuanca puede ser considerado el primer
preso de conciencia en el gobierno de Ollanta Humala. Su detención no fue en
flagrante delito y la orden de la misma apareció doce horas después de que
fuera capturado por un batallón de policías y transmitido en vivo por Canal N.
Su situación irregular se acrecienta porque se le traslada a otro distrito
judicial, a más de 400 km, violando la garantía constitucional del debido
proceso y del juez natural. Su acceso a abogado es limitado y este tendrá
dificultad para actuar pruebas a kilómetros de distancia. Asimismo, es
lamentable que el Dr. César San Martín, que firma esta resolución
administrativa de cambio de jurisdicción, contradiga al Dr. César San Martín
que habla de las garantías procesales en sus tratados jurídicos.
Antes de terminar quiero
dejarles un dato: el nombre del payaso muerto en Espinar. Walter Sencia Anca.
Tenía 24 años y deja esposa embarazada de seis meses. Recuérdalo, lector.
Invócalo, lectora, en tus oraciones. Dentro de tres meses, cuando su hijo
nazca, no tendrá padre.
Fuente: Rocío Silva Santisteban/La República
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