MONTESINOS TAL CUAL

Montesinos tal cual

Maníaco, acelerado, megalómano son algunas de las palabras usadas para definir a un Vladimiro Montesinos a todas luces desencajado. Sus problemas para modular el discurso han sido evidentes: volumen, ritmo, contenido. La académica Jo-Marie Burt dice en The Washington Post que "El dominio que Montesinos sentía que tenía sobre la sala era chocante. Actuaba como si siguiera en el poder y no en la cárcel por 20 años".

No son solo descripciones de una conducta fuera de foco, acaso natural en quien se ha pasado buena parte de un decenio rumiando su caso entre rejas, sino también comentarios a una intervención ineficaz. No aportó un solo dato que cambie las versiones que se han venido estableciendo hasta el momento, y si la intención era ayudar a Alberto Fujimori, más bien le ha dado una versión del abrazo del oso. El descontento del abogado César Nakazaki con la aparición/desaparición de Montesinos es elocuente.

La imagen que el ex asesor terminó transmitiendo es la de uno de esos llamados abogados democráticos de Sendero Luminoso, que acudían a los tribunales del Estado peruano sintiéndose investidos de la representación de un poder mucho más alto. En el caso de aquellos, el pensamiento Gonzalo. En el caso de Montesinos, una suerte de megaoperativo de inteligencia que no se somete a fuero alguno. Esto a pesar de que el SIN por el cual habla quedó perfectamente desmantelado.

Aunque, como ha hecho notar Carlín en su caricatura de ayer, el pensamiento Gonzalo de Montesinos en realidad es la labia atarantadora. Una mezcla del clásico abogado que dispara retazos de textos legales y del oficial que transmite una autoridad sin límites al subalterno, ambas cosas fantasías de poder sin límites apoyadas en un discurso que no puede detenerse ni mirar atrás. Dos cosas que Montesinos no hizo en momento alguno.

A la vez el testimonio fue un ejercicio de involuntaria transparencia. Medias verdades o abiertas mentiras, anuncio de que sabe secretos de quienes lo están interrogando, recurso a grandes nombres que no vienen al caso, velada sugerencia de estar hablando por la Fuerza Armada de su tiempo. En efecto son elementos de la imagen que Montesinos se había construido, y que instituciones mansas habían aceptado, hasta antes de abordar el velero Karisma.

En el fondo le convino a Montesinos mantener tanto silencio a lo largo de sus juicios: frente a Fujimori ha mostrado que opinar en público definitivamente no le conviene (quizás los vladivideos eran la prótesis para ese problema). La distancia entre su persona y la que ha estado impostando en este testimonio no es del tipo que invalide su testimonio por motivos de salud. Pero el tema de salud y compostura inevitablemente ha salido a relucir.

Fuente: Mirko Lauer/La República.

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